lunes, 4 de febrero de 2013

Aburrimiento Superficial

El hombre de hoy tiene miedo al aburrimiento. Nada lo asusta más que estar aburrido. Sin embargo creo que hace todo lo posible por aburrirse, pues considero que una vida que se construye desde la superficialidad y desde lo superfluo conduce al hastío. Un proyecto vital que es guiado por la urgencia de lo útil, de lo material y del egoísmo, termina sumido en rutina que le quita todo el sentido de la vida y la hace todo gris y aburrida. Ahora, muchas veces se confunde al aburrimiento con todo lo que implique un esfuerzo mayor, dedicación y atención, y a un vivir en profundidad la vida. Se ha confundido la solemnidad, lo formal, la espiritualidad, con aburrimiento. ¿Cómo no aburrirse? Miro la vida de Jesucristo y veo a alguien apasionado, convencido y sin trazos de aburrimiento. Por eso creo que Él es el modelo para todos aquellos que quieran vivir con sentido. 1. Ungido por el Espíritu (Lucas 4,18) Jesús vive su vida guiado, movido, impulsado por la fuerza del Espíritu: "Jesús volvió con el poder del Espíritu... (Lucas 4,14)". Vive la vida desde la hondura de Dios, deja que esa fuerza de Dios que nos llena, lo empuje a actuar y a asumir los retos y los desafíos más trepidantes. No se deja capturar por la ilusión que producen los bajos valores; sino que está siempre trasciendo al encuentro con El Padre Dios. No hay tiempo para aburrirse en la vida de un hombre al que el Espíritu está retando todos los días, incomodándolo para que rompa ataduras y deje a un lado el confort que adormece. 2. Es un profeta (Lucas 4,24) No quiere ser aplaudido por la gente. No quiere estar a la moda, aunque estar a la moda sea la moda que impere. Habla para de Dios y dice lo que Dios manda así cause rechazo y rabia entre quienes lo escuchan. No quiere acomodarse al "modo" que hace que los hombres pierdan las ganas y las ansias de vivir, sino que come de la Palabra que sale de la boca de Dios que es el verdadero alimento. Su palabra incomoda a los otros y asume las consecuencias de sus opciones. No puede aburrirse porque la Palabra de Dios con su continua novedad lo hace estar abierto y dispuesto a sorprenderse constantemente. 3. Tiene una buena noticia (Lucas 4,18-19) su presencia no pasa desapercibida. Su palabra y su actuación hacen presente la buena noticia de Dios para los hombres. Traen luz, libertad y la Gracia de Dios para todos aquellos que lo necesiten. Hay propósito claro en su vida. No es una vida que corre tras de cualquier ilusión, ni se deja arrastrar por cualquier viento; sino que está orientada por una misión que ha descubierto en su relación con el Padre Dios. Sus acciones concretan esa buena noticia, sus palabras iluminan como un sol en medio de la oscuridad de la vida. Nada más aburridor que una vida sin propósito. Muchos terminan muriendo de tedio en medio de una rutina que ha perdido su razón de ser: la misión descubierta. 4. Sabe ser libre y abandonar en el momento preciso (Lucas 4,30) cuando los hombres reaccionan en su contra y buscan "desaparecerlo", Él sabe abrirse paso entre ellos y los deja. Hay que saber renunciar, saber dejar a un lado, saber apartarse. Nosotros a veces nos aburrimos porque los proyectos que hacemos se quedan sin sentido y no somos capaces de dejarlos y encontrar otros. Jesús sabe irse; sabe encontrar navíos espacios en sonde cumplir su misión. Espero que estos cuatro puntos, de la vida de Jesús, te abran nuevos espacios para vivir y ser, dejando a un lado ese aburrimiento o ese miedo a padecerlo. Vive feliz de la mano de Dios y disfruta la vida toda.

lunes, 3 de diciembre de 2012

Invitándote a Perdonar

Una buena experiencia de Perdón es la acción de mayor libertad que se puede dar en nuestra vida. Cuando perdonamos rompemos con algo que nos ancla y que no nos deja fluir. El dolor que produce la herida que nos han hecho y las ganas de venganza que se hacen presente en nuestro corazón cuando nos ofenden, nos empobrecen, nos ciegan y sobre todo, nos quitan las posibilidades de seguir creciendo. No creo que nadie que no perdone pueda decir que es completamente sano. La amargura, la tristeza exagerada y la mirada fatalista de la vida son expresiones de un corazón que no ha bebido del agua sanadora del perdón. Sé que no es fácil perdonar. Sé que es más fácil hablar de esto que vivirlo. Pero también sé que es la única manera de vivir en libertad y en disposición de todo lo bueno que trae la vida que vamos fabricando, desde nuestra libertad. Estoy convencido que la experiencia espiritual es una fuente inagotable de Perdón. Quien vive una buena relación con Dios está mejor capacitado para perdonar, ya que quien se expone ante la inmensidad del amor de Dios y de su misericordia no puede menos que sentirse motivado a imitarlo y a hacerlo presente en su vida. El que siempre nos perdona nos invita a perdonar a los que nos han dañado. ¿Cómo perdonar? ¿Qué pasos o método hay para perdonar? No creo que estas preguntas tengan una respuesta puntual y precisa –ya que no creo que existan fórmulas para hacerlo- pero considero que si podemos plantear algunas reflexiones que nos provoquen la decisión de perdonar y de liberarnos de esa cadena que no nos deja crecer: 1. Toma conciencia de que todos necesitamos ser perdonados. Saber que no existe nadie perfecto entre nosotros que nunca ha fallado, nos lleva a ser más proclives al perdón. Así como en más de una ocasión tú has fallado otros lo pueden hacer, y así cómo tu has pedido y has necesitado que te perdonen otros hoy lo están pidiendo y necesitando. 2. Relativiza la situación. No puedes magnificar cada situación y dejar que el dolor te obnubile y te haga creer que ese acontecimiento lo es todo. Muchas veces son más las percepciones que tenemos de la situación que lo que objetivamente pasó. Ubicar cada situación en su tiempo, en su lugar y en nuestro proyecto de vida nos ayudará a abrirnos a vivir una experiencia de perdón. 3. Trata de comprender al que te dañó u ofendió. Estoy seguro que cada persona actúa lo más lógico y racional posible según la información y las posibilidades que tiene en ese momento. Me cuesta creer que la gente es mala por ser mala y punto. Estoy seguro, que lo más probable es que si nosotros tuviéramos esas características de vida actuaríamos igual a ellos. Hoy te quiero invitar a hacer realidad el perdón en tu vida. No puedes seguir odiando y queriendo vengarte de los que te han dañado. Hoy te invito a orar por ellos y suplicarle al Dios de la vida que te dé su amor y su perdón para que tú lo puedas dar a estos hermanos.

domingo, 18 de noviembre de 2012

Viviendo sin miedo al futuro

Una clave para leer toda la historia de salvación es Promesa-cumplimiento. Dios siempre está prometiendo algo que sirve para jalonar al pueblo, y siempre lo realiza con su poder. Sabiendo que Dios no se agota en el cumplimiento sino que siempre se genera otra promesa que seguirá guiando el caminar de su pueblo. Estoy seguro que el sentido de estas promesas es darnos seguridad frente al futuro que siempre se nos muestra tan enigmático y nos produce mucho temor. De hecho la pregunta ¿Qué nos traerá el mañana? Siempre nos persigue y nos hace sufrir, porque de alguna manera nosotros no podemos garantizar que el tiempo futuro será lo mejor para cada uno de nosotros. No lo podemos garantizar y esa es una condición humana que tenemos que aceptar. Los que tenemos fe estamos seguros que Dios si lo puede hacer: El nos garantiza que en nuestra vida habrá bendición y que si lo seguimos saldremos adelante en todas las batallas, las adversidades, las derrotas y las enfermedades que tengamos que vivir. El Dios de la promesa, el Dios único y verdadero que se ha revelado plenamente en Jesús de Nazaret, nos asegura actuar con fuerza y poder en nuestras vidas, eso es lo que llamamos promesas. “…porque el Hijo de Dios, Jesucristo, el que nosotros con Silvano y Timoteo les predicamos, no fue un sí y un no, ya que en él se cumplió el sí; en efecto, en él todas las promesas de Dios cumplieron el sí, y así nosotros por Él respondemos amén…” (2Corintios 1,19-20). Eso es lo que hoy te quiero comunicar a ti, que me lees en este momento: Tú confías en un Dios que cumple su promesa y que te ha prometido felicidad y plenitud. Eso sí, tú tienes que vivir según la Palabra que El te ha revelado y asumiendo la propuesta existencial que Él te ha hecho (Juan 14,6). Desde esta actitud existencial tenemos que enfrentar la vida. No podemos temerle al futuro ni podemos vivir presos del miedo que la incertidumbre nos ocasiona. Tener fe nos debe hacer vivir confiados en Dios. Una fe que no nos da la paz suficiente para enfrentar el presente con dedicación, inteligencia, compromiso y saber que el futuro será bendición, no nos sirve. Una fe que no nos salve del sin-sentido, del no saber que nos va a suceder es inútil, pero una fe que no nos comprometa con el presente y no nos haga luchar y dar lo mejor de cada uno, es alienación. En esa tensión tenemos que vivir nuestra relación con Jesús. Tengamos claro, nosotros no estamos confiando en algo que probablemente se va a cumplir, sino que tenemos la certeza de la fe que todo eso es una realidad en Jesús, el hijo de Dios. Es por eso que hoy quisiera que experimentaras la tranquilidad y la serenidad de saberte amado y bendecido por quien es el Dueño de todo, aún del tiempo, y que no permitirá que nada te destruya y te deje sin posibilidades. No es una acción mágica, es una acción que exige nuestro esfuerzo y nuestro trabajo. No se trata de creer en las promesas y ya, me echo sobre la poltrona de la vida a esperar que Dios la cumpla. No. Se trata de luchar, de vivir en el amor, de hacer lo que Dios quiere que hagamos; así a veces tengas que enfrentar al “mundo” entero por hacerlo. Si luchas y vives a su manera verás su gloria y su poder. Meditar las promesas que Dios nos ha hecho tiene que ser motivo de alegría y de gozo en cada una de nuestras actividades, porque es la constatación que podremos salir adelante en cada una de las batallas que estamos teniendo por estos días. En vez de llorar o de lamentarte hoy tienes que pensar en que todas las promesas de Bendición que Dios te ha hecho son una realidad y la vas a disfrutar. Todo lo que venga será bendición y así lo vamos a vivir y a celebrar. No tengas miedo que Dios está a tu lado y su Gloria se derramara sobre ti. Animo. Hay que ser un verdadero luchador y tú lo eres. A confiar y a seguir adelante.

lunes, 5 de noviembre de 2012

Superando adversidades

Los seres humanos muy pocas veces nos detenemos a reflexionar a cerca de nuestra tarea ante las dificultades que, a diario, se nos presentan. A veces nos convertimos en expertos en volver más complicada la vida misma. De hecho la vida tiene muchos afanes que si no existiesen la vida sería un tanto aburrida, pues no ejercitaríamos esa capacidad de resolver las diferentes situaciones adversas de la vida. No digo que los problemas hacen la vida más divertida, pues eso sería un despropósito, lo que quiero es que cada uno de nosotros pueda ir más allá del problema mismo; es decir, las dificultades se te presentan como retos para resolver, la tarea no es volver más complicada la situación, sino darle solución. Eso requiere que en primer lugar te llenes de calma y no caigas en el desespero al que a veces nos llevan las situaciones, a que mires las posibles soluciones. Tu madurez y, quizás, tu experiencia, juegan un papel importante, pues tendrás que tomar el camino más acertado para llegar a una solución satisfactoria del problema. No soy el único ser humanos con dificultades, esto no quiere decir que “a mal de muchos consuelo de tontos”, ni mucho menos; pero ese es el primer principio para la solución de las dificultades, pues estas deben ser resueltas, no se trata de dejar las dificultades allí como si estas no existieran, ¡hay que resolverlas!, eso es un hecho. Esta reflexión quiere llevarnos a un cambio de actitud ante la realidad de los problemas que encontramos a diario. Quizá esta no es la última palabra a cerca del modo cómo vamos a darle solución a las diferentes dificultades que hallamos a diario, pero, sí es un buen punto de partida para revisarnos y tratar de ser actores mesurados sin dejarnos llevar por el afán y la desesperación. Si la dificultad no nos pertenece; pero sí nos afecta, debemos tener presente que somos “actores externos”, que entramos a colaborar para dar solución a la dificultad, porque no es nuestro problema. Si no tenemos claro estos puntos seguramente actuaremos de manera equívoca y nos adentraremos en un abismo mental bastante difícil, que nos lleva a considerar que el mundo se nos vino encima y que no hay solución posible. Eso no es cierto, pues estas dotado de las capacidades necesarias para resolver las situaciones que a diario se te presentan. Verás que es necesario tener fe en Dios, nadie puede objetar esto; es necesario que impulsado por esa fe, puedas creer en ti mismo, en que de verdad cuentas con las herramientas necesarias para resolver las situaciones adversas de la vida. Dios está contigo, eres hechura de sus manos, te ha dotado de lo necesario para salir adelante, no equivoques el camino pues a veces los actos humanos equivocados tienen consecuencias poco agradables. Dios está contigo y te ha dado lo necesario para ser feliz.

domingo, 30 de septiembre de 2012

Negar lo que no me gusta de Dios

Muchas veces me he preguntado ¿Cómo fue posible que Pedro negará al Señor? (Mt 26, 69) Él vivió con Jesucristo tres años, lo acompañó en sus correrías y lo vio hacer tantos milagros. ¿Cómo fue posible que se le hubiera olvidado todo lo vivido en ese momento en el que estaba frente a la sirvienta que le preguntaba? (Mt 26, 71) En estos días estuve leyendo una reflexión que me ayudó a entender de mejor manera de qué se trataba esa negación. Pedro lo negó porque se decepcionó de Él. Pedro conocía al Jesús victorioso, al poderoso, al que hacia ver a los ciegos, oír a los sordos, caminar al paralítico, levantar a los muertos. Ese Jesús era el que Pedro conocía y al que había decidido seguir. Pedro había dejado todo: esposa y familia, lanchas y redes. No era cobarde, lo habíamos visto reaccionar en el huerto de los olivos y cortarle la oreja al criado de Malco (Mt 26, 52). Pero Pedro no se encontró con ese mismo Jesucristo en la Pasión. El de la Pasión es alguien que se deja golpear, que permite la agresión en sí mismo, que no reacciona con el vigor del poder que residía en él, sino que parece como “oveja al matadero”, una situación de total inhumanidad. Me imagino la decepción de Pedro. Imagino que soñó con que su Maestro se defendiera y mandara a la porra a todos los que le estaban atacando. Pedro dice lo que cualquier decepcionado: “a ese hombre no lo conozco”. “Ese no es el hombre al que he seguido durante los últimos tres años”. Su negación es fruto de haberse hecho una imagen de Jesús que no correspondía con la verdadera y real. Jesucristo no es Poderoso a la manea del mundo, sino que es poderoso a la manera de Dios. Su poder no está en hacerse el primero, sino en servir a todos aquellos que lo necesitaran; no está en la capacidad de destruir, sino de salvar; su poder no está en infligir sufrimiento al malvado, sino en sufrir por él para ganarlo para Dios. Esto es algo que Pedro no puede comprender en su momento. Algunas veces nos pasa lo mismo. Nos hemos hecho una imagen triunfalista y emotiva de Jesús, entonces cuando llegan los problemas o las dificultades, queremos negarlo y decir que no existe. Ser cristiano supone la capacidad de descubrir a Dios en todas las situaciones de la vida, no sólo verlo en los momentos de triunfo. Es necesario que entendamos que la lógica de Dios no es igual a la de esta sociedad capitalista. Dios no actúa únicamente en medio del poder y la abundancia; sino que también actúa en medio de la debilidad humana. Por ello quien quiera amar de verdad a Jesús, deberá entender que el problema no es de prosperidad o pobreza, de tristezas o alegrías, sino de amor que se entrega, amor que se da hasta el extremo por hacernos plenamente felices. Se trata de aprender a descubrir en la cruz a quien nos está revelando al Padre. A un Padre que es fiel y que no nos abandona nunca. A un Padre que nos da su fuerza para superar las dificultades; pero que siempre respeta nuestra capacidad de elegir y decidir.

domingo, 9 de septiembre de 2012

El Dios de la victoria, que está contigo en las derrotas

Saber presente a Dios en nuestra historia cuando las dificultades arrecian y la vida está complicada hasta el punto de parecer que no tiene sentido es muy difícil. ¿Cómo creer que Él nos protege y nos cuida pero nos está yendo mal y estamos siendo derrotados?, ¿cómo creer que me ama si estoy postrado enfermo en una cama?, ¿cómo creer que es bueno si los buenos sufren y los malos ganan? Así se lo dice Gedeón cuando el ángel del Señor le dice Dios está contigo: ¡El Señor está contigo, guerrero valiente! —Pero, señor —replicó Gedeón—, si el Señor está con nosotros, ¿cómo es que nos sucede todo esto? ¿Dónde están todas las maravillas que nos contaban nuestros padres, cuando decían: “¡El Señor nos sacó de Egipto!”? ¡La verdad es que el Señor nos ha desamparado y nos ha entregado en manos de Madián! (Jueves 6,12-13) Tiene razón Gedeón ¿cómo así que Dios está con nosotros y nos está yendo así de mal? ¿Cómo es que nos ama? Parece lógica la conclusión de este juez de Israel: Dios nos ha desamparado. En los actuales momentos, alguno dirá: definitivamente Dios no existe. Esta es una de las tentaciones más fuertes que tiene el hombre: creer que la prosperidad, la fama, el poder, la estupenda salud, son garantías de la presencia de Dios o que su ausencia es signo de su abandono. Como si a Dios se le midiera en esas experiencias materiales. Dios tienes que ser mucho más que eso. Dios está presente en todos los momentos de la vida y lo está para que seamos felices. La única manera de creer en Dios es ser capaz de trascender a las situaciones inmediatas que se viven. Si nos quedamos en ellas, te aseguro que creer no va a ser posible. Es necesario que ubiquemos la situación en un proyecto mayor, que es nuestra historia de salvación, y que entendamos que debe tener un sentido y una razón en ese proyecto. No podemos mirar sólo las situaciones difíciles, sino que debemos pensar en perspectiva. Si no le encontramos el sentido a esa situación que estamos viviendo, seguro nos va a hacer sufrir más de lo debido y muy probablemente viviremos una crisis de fe innecesaria. ¿En qué me hace crecer esta situación? ¿Qué valores se están fortaleciendo en esta batalla? Creo que esas preguntas te ayudan a comprender el sentido de esas situaciones. No creo que se trate de sufrir por sufrir. Eso implicaría un Dios cruel que no es aquel que se nos ha revelado en la Palabra. “Sabemos que Dios dispone todas las cosas para el bien de los que le aman…”. (Romanos 8,28). Tenemos que estar seguros de que si estamos metidos en una situación tan difícil es porque algo hay que aprender. No creo que sea enteramente casual. También es posible que algo hayamos hecho para estar en esa situación, muchos de esos problemas nos los buscamos. O puede que se trate de nuestra condición humana –somos de barro y no de acero- y por eso nos enfermamos y tenemos que lidiar con la posibilidad de la muerte física. Para ello necesitamos aprender a confiar en que Dios nunca nos abandona y a tener una buena experiencia de oración. Estoy seguro de que no hay mejor actitud en éstas situaciones difíciles que luchar con todo y confiar en el Señor que todo lo puede. Me gusta meditar lo que el ángel del Señor le responde a Gedéon ante su duda, no entra en una discusión filosófico-teológica sobre Dios y dsus manifestaciones sino que le dice: El Señor lo encaró y le dijo: —Ve con la fuerza que tienes, y salvarás a Israel del poder de Madián. Yo soy quien te envía. (Jueces 6,14). Sí claro, ten la certeza que Él te ha enviado y sal a luchar. No te quejes más. No te regodees en el dolor. No busques ser víctima. Tienes la fuerza de Dios en tu corazón, sal a luchar, a vencer y a dar lo mejor de ti. Estoy seguro de que lo lograrás, como lo logro Gedeón quien derrotó a los Madianitas.

domingo, 2 de septiembre de 2012

El derecho a cambiar de opinión

Siempre ha sido muy interesante conversar con mi papá sobre política. Él es un tipo lúcido, muy inteligente, con muy buen humor además, que siempre en las reuniones familiares le pone la alegría y las bromas a las conversaciones. Uno de mis tíos tiene siempre el pesimismo alborotado, no le gusta nada, siempre cree que las cosas van de mal en peor, y que en unos años todos vamos a estar por debajo de cómo estamos ahora en todo sentido. Siempre discuten, pero tranquilamente, siempre exponen sus puntos de vista y cada uno va argumentando los domingos por la tarde y se les pasan las horas comentando todos los sucesos de la vida nacional. Mi padre siempre ha sido muy prudente con las palabras, es algo que admiro profundamente de él. Sabe qué cosas decir y cómo decirlas, y sabe qué cosas callar y por qué hacerlo. En una de esas conversaciones hablaban todos y mi papá dijo algo que a mi tío no le gustó mucho, y especialmente no le gustó porque decía mi tío que hace 10 años mi papá pensaba completamente lo contrario. Entonces mi papá le dijo: “bueno, ¿qué tal que uno no pudiera cambiar de opinión? Aún estaría pensando como cuando tenía 15 años, y no, eso no.” Me pareció genial, me pareció una respuesta brillante que muestra no sólo lo que logran los años en la vida de las personas, que les dan perspectiva, y carácter y horizontes de pensamiento, y por eso es tan importante que muchos de ustedes pierdan el afán de tomar ciertas decisiones definitivas tan pronto, porque cuando vengan los años y la vida les de algunas vueltas alrededor del sol, van a tener otros elementos para juzgar y tomar decisiones, elementos que ahora ni siquiera conocen. Pero además, la respuesta me gustó porque me recordó a uno de mis profesores de filosofía, que nos decía: “algo que no se le puede negar a nadie, es el derecho a cambiar de opinión”. Y es grandioso entender, aceptar y lograr vivir eso en nuestra vida. No siempre vas a pensar como piensas hoy, no sólo porque naturalmente llegarán nuevas ideas y nuevos conceptos que van a nutrir tu forma de leer la vida y de interpretarla, sino además porque no tienes que pensar igual siempre. A veces pensamos que la autenticidad es una especie de pacto de fidelidad a muerte con las cosas que hemos pensado y creído alguna vez. Y me parece a mí que es un poco negarse a evolucionar, a darle permiso a la cabeza de entender las cosas nuevamente, de una manera distinta. Atreverse a pensar distinto no implica solamente que hagas un esfuerzo por distanciarte de los mayores, de las personas que tienen un pensamiento tradicional o conservador sobre ciertas cosas, o que te resistas a darle la razón a los otros. Pensar distinto es también pensar diferente a como pensabas antes, y saber que tus ideas de hoy no son eternas. Además, aprender a reconocer el derecho que tienen los demás y que tienes tú mismo, a cambiar de opinión, es una manera increíble de ser mejores cuando nos damos cuenta que estábamos equivocados.